miércoles, 27 de enero de 2010

EL DESEO DE CONTAR CON UN TRANVÍA LLAMADO MARCELO EBRARD

La idea de hacer del Centro Histórico de la ciudad de México una zona peatonal, es tan vieja como viejas son las zonas peatonales nacidas en varias ciudades europeas después de la Segunda Guerra Mundial, particularmente en Alemania.  La famosa calle Stroget del centro de  Copenhague, cuya experimentación empezó en 1962 contra la opinión de los expertos de la policía, de los técnicos en trafico urbano y desde luego, de  los comerciantes, invariablemente equivocados en sus opiniones urbanísticas, tuvo tanto éxito que desató una oleada de peatonalizaciones de los centros de ciudades europeas en los años sesenta y setenta.  Hace aproximadamente unos 30 años, en nuestro Centro Histórico se cerraron las calles de Motolinía y Palma, para iniciar su peatonalización; sin embargo, el disparo de la pobreza  en la ciudad, en los primeros años de la década de los ochenta, trajo consigo un gran aumento en el comercio informal que los comerciantes formales de esa zona se opusieron rotundamente a este proyecto. En cambio, en otras ciudades del país, como: Monterrey, Guadalajara,  Veracruz, Querétaro, esta propuesta avanzó un poco mas en los años siguientes. Por más de 23 años he defendido la idea de la peatonalización de nuestro Centro Histórico, como símbolo de la expulsión del auto de esta ciudad; primeramente, por medio de ampliaciones de las banquetas, algo que sólo se pudo conseguir hace algunos años en la calle Tacuba, y luego, por medio de transportes pequeños de baja velocidad que puedan coexistir con los peatones, para facilitar los desplazamientos a más de tres cuadras dentro de la vieja zona central de la ciudad. A principio de los noventa apoyé la iniciativa del entonces diputado local, René Torres Bejarano, vicepresidente de la comisión de ecología de la asamblea, con relación a la introducción de los bicitaxis en el Centro Histórico; sin embargo, la falta de criterios gubernamentales al respecto, permitió una gran degradación de esta forma de transporte.

A finales de los ochenta solicité al señor Fausto Zapata, entonces delegado en Coyoacan, la reinstalación del viejo tranvía que circulaba entre San Ángel y la calzada de Tlalpan, cruzando por la plaza de Coyoacan; después de varios meses me dijo que Miguel de la Madrid, residente en Francisco Sosa, por donde pasaba esta vieja línea de tranvías, se oponía a la idea de volver a contar con este medio de transporte en esa calle, utilizando los rieles que estaban bajo el asfalto; además, no quedaba un solo tranvía de los que circulaban en los años sesenta que permitiera su rehabilitación o hacer las replicas necesarias. Hice la misma gestión meses después, con el entonces presidente municipal de la ciudad de Veracruz que todavía tenía vías y tranvías en desuso, pero,  sólo conseguí que meses después construyera, con fines turísticos, el primer tren de madera sobre el chasis de un camión que años después se ha popularizado en muchas ciudades de nuestro país.

A pesar de sus grandes ventajas, los viejos tranvías de la ciudad de México nos dejaron a muchas personas horribles recuerdos, por los espantosos atropellamientos que ocasionaba este medio de transporte, tan peligroso en una ciudad sobre poblada como la nuestra.  Fueron muy carniceros los viejos tranvías de esta ciudad.  

Ahora, Marcelo Ebrard nos sale con la idea peregrina de construir una muy costosa línea de tranvías en una ruta que sólo sirve para fines turísticos y con el pretexto de peatonalizar nuestro Centro Histórico; quiere imponernos un voluminoso y rápido tranvía, en la zona urbana que tiene la más alta cifra de atropellamientos en el país, tanto por kilómetro cuadrado, como por año; quiere endilgarnos un transporte capaz de producir un gran numero de accidentes y segregaciones sociales, así como indeseables cambios en el uso del suelo en la zona afectada y que tiene un excesivo consumo de energía eléctrica en su fabricación, en su instalación y en su operación; el consumo de energía eléctrica es una causa principal del cambio climático; se trata de un sistema de movilidad urbana con muy alto impacto social y ambiental,  debido a su tamaño y a su velocidad excesivos.  Sobran alternativas de movilidad mucho más adecuadas y varias veces menos costosas; pero, lo que en el fondo desea Ebrard, es obtener fondos para su campaña presidencial, por medio de otro ominoso mega proyecto de transporte urbano, sustentado en un convenio con empresas extranjeras bastante dispuestas a pagar jugosas comisiones, muy difíciles de detectar. Nos quiere endeudar en grande, como lo hace también con la Línea 12 del Metro a Tlahuac, por medio de un acuerdo que privatiza la vía pública y que tiene muy poco beneficio para la población. La única movilidad sustentable es la movilidad de baja velocidad y bajo consumo de energía; el Centro Histórico de la ciudad de México requiere una movilidad de este tipo.  No debemos permitir otro costoso engaño ambiental de Marcelo Ebrard, con el transporte urbano.

 

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Miguel Valencia
ECOMUNIDADES
Red Ecologista Autónoma de la Cuenca de México
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